Un paso más para avanzar en el empedrado de la vida. Con las rodillas raspadas y la sangre seca en las palmas. Con el corazón encogido y las mejillas inundadas. Los brazos a ambos lados del cuerpo sin fuerza para levantar las manos a modo de rendición. La cabeza gacha, pesada de tantos quebraderos, el cuello sin fuerza ni ganas de seguir intentando llevar el peso de algo que no fue culpa de nadie más que de las palabras que no nos dijimos. O que dijimos y no quisimos escuchar.
No es que no me importe, es que simplemente sé que lo hará.
¿De qué me serviría pensar que nunca sucedería?