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martes, 30 de octubre de 2007

La pena

La pena no desaparece. Yo creo que es lo único con esa capacidad. El amor se acaba, la confianza se pierde, la alegría se apaga, la felicidad no es para siempre y no hay mal que cien años dure ¿no? Te acuerdas de tu primera mascota y ahí está, de tu último novio y ella vuelve, incluso piensas en la verdura que hay para comer y te entra la pena.
De la que ahora hablo no es esa tan frívola. De la que ahora hablo es la cara menos graciosa de la pena, cuando pasan cosas. Cosas que no quieres pensar nunca, pero que planea sobre nosotros desde el primer día de existencia. Si, hablo de muerte, y de la pena que produce a su alrededor. Es un sentimiento que te invade desde dentro, que te crea ese famoso agujero en el pecho. Sientes que sus bordes arden y están helados a la vez, y te pones a llorar, da igual solo que acompañado y simplemente te da igual cuando. Sientes que te absorbes a ti mismo desde el mismo centro de tu ser, y solo quieres que estar solo y hacer lo imposible para cerrar el hueco. Piensas que ese es el hueco que llenaba la persona que se ha ido, y ríes, ríes por los momentos felices que pasaste con esa persona, quizá fueron pocos, quizá demasiados, pero únicos, ninguno parecido al otro, ni al de mas allá. Los guardas con llave dentro de ti, como el mayor tesoro… como lo que son, lo más preciado que tienes de esa persona.
Cuando estas así, así de catatónico perdido, los que peor lo pasan son los de alrededor, gente que te entiende, y gente que no, pero que te quieren tanto, que les da igual si quieres estar solo, que te acompañan y te impiden encogerte para evitar que te sigas autoabsorviendo. Es la gente que no dice nada, que se sienta contigo, te mira y solo te mira, no dice nada porque no hay nada que decir, los comentarios sobran. Comentarios como “como lo siento por ti” o “son cosas que pasan, la vida sigue” están tan absoluta y desesperadamente fuera de lugar, como un saco de harina en una fábrica de coches. Las personas que realmente te quieren hablan de su vida, de su nuevo corte de pelo, de lo que hizo alguien en las fiestas de Matapolsaco del Pajar y de lo libertina que es la vecina del octavo.
La pena es algo inexplorado, es un sentimiento que nadie entiende, porque viene y se va, como tantas otras en la vida, sin seguir una lógica aparente, pero que nunca desaparece. Nada ayuda a superarla, solo el tiempo la hace venir con menos frecuencia, aunque vuelva después. A mí personalmente, lo único que me ha ayudado a pasar los malos tragos es una mentira preciosa, muy útil en casos así, pero una mentira: La pena se pasa, mal, pero se pasa.

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