Las lagrimas resbalan por mis mejillas camufladas entre las gotas de agua. Mi piel mojada se insensibiliza, siento que una navaja podría desgarrarla sin que apenas me diera cuenta. El rojo que desprenden mis pensamientos destaca sobre el blanco de mis penas embotadas en jabón. Una sola vez más y mis juntas se agrietarían. Pero es imposible terminar lo que nunca se ha empezado y eso lo tengo claro con cada nuevo intento de acercamiento.
No lloro por ti, lloro por mi, por mi tontuna supina, por mi soberbia al pensar que esto no iba a afectarme, porque me hiciste caer de nuevo en esta espiral de pensar que soy menos que nada. Lo peor de haberlo superado ya una vez es que sé que es lo que viene después... y no es nada agradable, y me temo que encima ahora no tengo flotador que me saque del mar embravecido. Y tú eres el culpable.
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